BUENOS AIRES, AP.- Argentina por fin hizo llorar de alegría a Lionel Messi.
Después de cuatro finales perdidas, eliminaciones tempranas y hasta una renuncia, el capitán pudo festejar el ansiado título con la selección de su país tras vencer 1-0 a Brasil por la final de la Copa América el sábado en el estadio Maracaná.
“Necesitaba sacarme la espina de poder conseguir algo con la selección”, reconoció Messi tras los festejos en el vestuario. “Había estado cerquita otros años y sabía que se iba a dar, soy un agradecido a Dios por regalarme este momento, ante Brasil y en Brasil, estaba guardando este momento para mí”.
Por rival y escenario, el “Marcanazo” de Messi adquiere una dimensión épica que para muchos argentinos lo equipara a Diego Maradona, considerado el más grande futbolista argentino de la historia y que falleció hace siete meses a sus 60 años.
“Todavía no somos conscientes de lo que hicimos, va a ser un partido que va a quedar en la historia”, enfatizó.
Tras la premiación, Messi se sentó en el campo de juego del Maracaná y habló con su familia por videollamada. Como un niño con juguete nuevo, el astro agitaba la medalla dorada colgada de su cuello y les gritaba “gané, gané”.
El título, con el que Argentina rompió una maldición de 28 años, llegó como consecuencia del mejor torneo de Messi con la selección.
Fue el único futbolista que jugó todos los partidos completos, fue el máximo goleador con cuatro tantos y líder de asistencias con cinco. En esta edición de la Copa América batió el récord de presencias en la selección con 151 partidos y quedó a un gol de igualar a Pelé como máximo artillero de un seleccionado sudamericano con 77.
Tras el pitazo final del árbitro uruguayo Esteban Ostojich, Messi se arrodilló en el piso y se cubrió la cara con las manos. El calvario con la Albiceleste se había terminado.
Hasta este sábado, solo se había subido dos veces al podio para levantar un trofeo defendiendo los colores de su país: en el mundial juvenil Sub20 de Holanda en 2005 y la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
“Se lo dimos a Messi que era el que más se lo merecía”, enfatizó el arquero Emiliano Martínez, la figura de la Albiceleste en la tanda de penales frente a Colombia en semifinales.
Su primer sinsabor con el seleccionado mayor llegó a los 19 años cuando se quedó sentado en el césped con la mirada perdida después de no ingresar en la derrota ante la anfitriona Alemania por los cuartos de final del Mundial 2006.
Un año después iniciaría el derrotero en partidos por el título. Fue ante Brasil en la Copa América de Venezuela.
Luego llegaría la etapa de más contraste entre el futbolista devenido en el mejor del mundo por su nivel galáctico con el Barcelona y uno más terrenal con Argentina.
En el mismo estadio Maracaná se le escapó la final del Mundial 2014 ante Alemania. Al año siguiente Chile se erigiría como verdugo en el duelo decisivo de la Copa América, que tendría su secuela en 2016.
A la salida del vestuario, el Diez encaró a los periodistas y les dijo en aquella ocasión: “Ya son cuatro finales las que me toca perder. Tres seguidas… tiene que ser así, se terminó para mí la selección. No es para mí. Lo busqué, creo que ya está”.
Como un enamorado no correspondido que insiste pese al rechazo, Messi volvió a la Argentina para enderezar una eliminatoria al Mundial 2018 que se había vuelto un martirio sin él en la cancha. La estadía en Rusia, también traumática, se extendió hasta octavos de final.
Un Messi distinto nació en la Copa América 2019, más líder y peleador, más “Maradoniano”, como lo describió la prensa argentina. Bajo el mando de un entrenador joven y sin experiencia como Lionel Scaloni, se sintió cobijado por una selección renovada con talentos jóvenes que supieron sacar lo mejor de él.
“Inolvidable, él me decía gracias y yo le decía gracia a él, me dijo que iba a ser tu final la revancha de Chile, de Estados Unidos, del mundial, hoy se dio”, contó Ángel Di María, quien consiguió el tanto del triunfo en el primer tiempo. “El fútbol es así, las revanchas son así y se vio que tenían que ser hoy”.
En las dedicatorias, Messi recordó a cada uno de sus ex compañeros que no pudieron dar una vuelta olímpica con Argentina: “sé que están muy felices por nosotros, por Argentina. Quiero compartirlo con ellos también porque dieron mucho por esta selección. Hoy nos tocó a nosotros poder levantarla, pero este es un trabajo que se viene haciendo desde mucho antes”.
La final de este sábado no fue su actuación más lucida.
En el primer tiempo estuvo más abocado en tareas de recuperación que al ataque y recién a los 32 minutos rompió cadenas, salió a la carrera y en el borde del área sacó un zurdazo apenas desviado.
La jugada más clara del partido la tuvo en el cierre del cotejo. Con Brasil desesperado por el empate, Rodrigo De Paul lo dejó sólo frente a Emerson, pero el astro se bloqueó como un novato y no pudo liquidar el partido. Nadie recordará el error.
A los 34 años, cuando la puerta del retiro empieza a entornarse, la Pulga le ganó al gigante Brasil en su fortaleza y saldó su cuenta pendiente en el fútbol.